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La oportunidad del nearshoring para la transformación industrial de México

El nearshoring tiene el potencial de fortalecer la industria local y aumentar la innovación tecnológica; el desafío es traducir inversiones en un crecimiento económico sostenible.

El nearshoring es una estrategia empresarial que implica la reubicación de actividades comerciales o de producción en países cercanos al mercado principal de una empresa, con el objetivo de reducir costos.

 

Esta práctica ha ganado relevancia en el contexto actual de competencia comercial internacional, especialmente por las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China.

 

El concepto de nearshoring ha sido promovido por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, como parte de sus esfuerzos por reconfigurar las relaciones comerciales de su país a escala global. Este impulso se enmarca en un contexto post-Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que fue reemplazado en 2020 por el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

 

México ha surgido como un destino atractivo para el nearshoring por parte de empresas estadounidenses, destacándose por su mano de obra a bajo costo y su proximidad geográfica.

 

La iniciativa de Biden busca atraer inversiones hacia naciones aliadas y socios comerciales confiables de Estados Unidos, consolidando a México como una opción preferente para la reubicación de operaciones.

 

México ha experimentado un aumento en las inversiones provenientes de Estados Unidos, consolidándose como el principal exportador hacia su vecino del norte. Sin embargo, para que el impacto del nearshoring sea sostenible a largo plazo, se requiere una política industrial más enfocada en la incorporación de innovaciones tecnológicas en los productos exportados.

 

Hasta el momento, México ha sido principalmente reconocido como un país de maquila, siendo necesario un mayor impulso por parte de las autoridades gubernamentales para fomentar la exportación de productos con mayor contenido tecnológico y de valor agregado.

 

Una estrategia para el avance en el sector estaría en la adaptación de las universidades a las actuales circunstancias con el fin de desarrollar innovaciones, junto con un aumento en la inversión por parte de los empresarios en la fabricación de estos productos. Este proceso de transformación no se realiza de manera instantánea, sino de forma gradual y progresiva.

 

Actualmente, en México predominan las plantas ensambladoras en lugar de la producción de productos novedosos. En este sentido, el nearshoring ofrece una oportunidad para fortalecer las capacidades productivas del país, lo que permitiría obtener ingresos para financiar las importaciones necesarias.

 

No obstante, para aprovechar al máximo esa posibilidad, se debe incrementar la inversión extranjera. Por consiguiente, es esencial involucrar a Estados Unidos en el proceso de inversión, no solo en México en su totalidad, sino también en áreas específicas que requieren mayor atención, para que el país sea más que un destino para la producción de bienes a bajo costo destinados al mercado estadounidense.

 

El enfoque en el nearshoring representa una oportunidad para reorganizar la industria nacional, añadiendo mayor valor a los productos y fomentando la formación de una fuerza laboral más especializada y tecnológicamente avanzada.

 

Por lo tanto, es crucial que las instituciones académicas y las empresas colaboren estrechamente para desarrollar e introducir al mercado productos innovadores con un sello científico mexicano. El desafío radica en transformar el perfil de las exportaciones mexicanas para evitar que el país continúe siendo principalmente un destino de manufactura bajo la estrategia del nearshoring.

Concentración de suministros

 

Considerando el contexto actual, donde se observa un incremento en las medidas proteccionistas y el resurgimiento de la política industrial en los Estados Unidos debido a la creciente presencia de países asiáticos, principalmente China, así como la concentración geográfica en la producción de bienes críticos, el T-MEC se posiciona como la pieza que facilita la estrategia estadounidense de reordenamiento de las cadenas de producción.

 

Desde 2018 se ha registrado un aumento en la actividad comercial de México en Estados Unidos, así como en el comercio y la inversión proveniente de China hacia México. En 2019 y 2023, México se ubicó como el principal socio comercial de los Estados Unidos, mientras que en 2018 ocupó el segundo lugar en generación de déficit comercial.

 

Por otro lado, la Inversión Extranjera Directa (IED) proveniente de China hacia la industria manufacturera en México se ha multiplicado más de cuatro veces entre los 2006 y 2017, y entre 2018 y 2023.

 

Sin embargo, hasta la fecha, la contribución de la IED al incremento del capital en México ha sido limitada. A pesar de que en 2023 se observó un aumento histórico en la inversión fija bruta a 25 % del Producto Interno Bruto (PIB), este crecimiento estuvo principalmente impulsado por la inversión privada nacional, mientras que la IED mostró un retroceso. Esto sugiere que aún no se han percibido los efectos del nearshoring en relación con la IED, habiendo principalmente sido anuncios de inversiones.

 

La mayor integración comercial con los Estados Unidos no ha conducido al crecimiento económico de México, ya que, al igual que sucedió con el TLCAN, el aumento en las exportaciones mexicanas hacia el vecino del norte está asociado con una preocupante falta de captura de valor.

 

Esto implica que, al debilitar las conexiones internas, la desindustrialización prematura resultante del modelo de apertura económica y comercial ha dificultado la transferencia de conocimiento y tecnología a través de la IED. Además, al depender de procesos de maquila y programas de importación temporal, las exportaciones de manufacturas modernas tienen un impacto limitado en la demanda interna, la inversión fija y el crecimiento del PIB del país.

 

En este contexto, la falta de políticas industriales activas podría limitar el impacto en el desarrollo económico de México de un potencial aumento en la IED en los próximos seis años y una mayor presencia del país en el mercado de los Estados Unidos. Si bien estos factores podrían tener efectos positivos en términos de generación de empleo, es improbable que provoquen un impulso sustancial en el crecimiento económico nacional.

 

Durante la década de los 90, en un contexto de privatizaciones y desregulaciones, la tasa de crecimiento anual promedio de la IED en México fue del 19.5 %, mientras que el PIB aumentó a una tasa del 3.6 %. Algunos analistas han sugerido que el proceso de nearshoring podría contribuir a elevar la expansión del PIB a un ritmo del 4 % o 5 %, lo cual está lejos de ser viable en la realidad.

 

La inviabilidad de alcanzar este nivel de crecimiento a través del nearshoring se fundamenta en tres razones principales. En primer lugar, a pesar de los anuncios de inversión extranjera directa ligados al nearshoring, como los identificados por la Secretaría de Economía en el primer trimestre de 2024, que reportaron una considerable inversión y la creación de nuevos empleos, la participación de la IED en el PIB en 2023 fue la más baja de los últimos 11 años, situándose en un 2 %.

 

Esto indica que dichos anuncios no se han traducido en inversiones concretas en activos fijos. En consecuencia, las proyecciones de crecimiento del Banco Mundial para México en 2024 fueron revisadas a la baja, reflejando un ajuste del pronóstico de crecimiento del 2.6 % al 2.4 %.

 

En segundo lugar, los periodos de mayor captación de IED en México, como en 2001 y 2013, han estado asociados mayormente con fusiones y adquisiciones transfronterizas millonarias que no contribuyen al aumento del capital productivo y, por ende, no fomentan la expansión económica.

 

En tercer lugar, dado que México recibe principalmente IED orientada a la industria manufacturera, es fundamental considerar que esta inversión se enfoca en procesos de ensamblaje de partes y componentes provenientes de otros países, con débiles lazos nacionales. Con esto en mente, la capacidad de este tipo de inversión para impulsar positivamente el crecimiento del PIB se ve limitada.

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