El sistema de castas fue un método de control de la sociedad novohispana, un intento por limitar el poder de los criollos.
Este tipo de obras se produjeron entre los siglos XVIII y XIX. Una pareja, perteneciente a grupos raciales diferentes, acompañada de su hijo con textos que refieren el nombre dentro del sistema de castas. Tenían un carácter realista, podían representar oficios, indumentaria, paisajes, flora, fauna y objetos; en algunas las parejas son retratadas discutiendo y el infante es representado asustado o llorando.
Algunos pintores del género son Manuel Arellano, Juan Rodríguez Juárez, Andrés de Islas, Ignacio Barreda, José de Páez, José Joaquín Magón, Francisco Antonio Vallejo, entre otros. En las obras se repiten el uso de imaginarios, escenas o formas europeas para representar a los personajes indios o de otras castas.
Algunos de los términos para designar los “productos” de las mezclas son castizo, mestizo y mulato; así como combinaciones más complejas: albino, chino, torna atrás, lobo, morisco, grifo, cambujo, albarazado, cuarterón, barcino, coyote, chamiso, gíbaro, zambaigo, calpamulato, tente en el aire, no te entiendo y ahí te estás. Estos términos provienen en su mayoría de los utilizados para designar a animales de ganadería.
Los cuadros de castas son el resultado de la preocupación de los españoles por el orden y la raza en medio de una sociedad que ya no cabía en las diferencias entre blanco-negro y europeo-indio. Sin embargo, estaban lejos de representar una celebración de la multiculturalidad y de ser un exaltación nacionalista del mestizaje. Fueron esfuerzos por hacer que el sistema de castas fuera más funcional, o construcciones de un discurso de poder y control en torno a los sujetos involucrados en el mestizaje.
La administración colonial necesitaba dejar claro que, a pesar de su diversidad, la sociedad novohispana estaba perfectamente regulada gracias a un estricto sistema de castas. En particular en un contexto en el que, a los ojos de muchos europeos, España representaba un contraejemplo en el manejo del mestizaje.
Se buscaba demostrar que, aunque el mestizaje era una realidad, la sociedad novohispana no había degenerado: las mezclas tenían nombre, un lugar perfectamente identificado en la escala social, al igual que un oficio que les correspondía. La pintura de castas eran un medio para fijar el sistema en un imaginario visual claro y convincente.
Los cuadros de castas eran realizados por encargo para ser exhibidos en otros países. Quienes solicitaban este tipo de obras eran altos funcionarios del virreinato e integrantes de altas jerarquías de la Iglesia novohispana, simpatizantes de las reformas borbónicas.
La mayoría de las castas retratadas jamás fueron practicadas y más bien se trata de clasificaciones que proyectaban a los indígenas en una manera alejada de la realidad social, algunas nominaciones de castas intermedias deben haber satisfecho más a un orden imaginado que funcional, pues la sociedad de la Nueva España estaba complejamente intrincada en diversos sistemas de estratificación social que no se reducían a lo que actualmente comprendemos como raza, sino que incluían la clase económica, los lazos de parentesco, el lugar de residencia, el género y la etnia.
Había una distancia entre la perfecta clasificación y la realidad social, a través de diversos casos que dejan ver la dificultad para llevar a la práctica este tipo de clasificaciones y cómo éstas entraban en oposición o tensión con las diferencias en el proceso de construcción identitaria indígena.
La dificultad para llevar a la práctica estas clasificaciones y la imposibilidad del registro de las castas, que involucraba un conocimiento muy profundo, tenía que ver con que la realidad no era tan rígida, por el contrario, diversos elementos intervenían en la construcción de identidades y en la estratificación social.
Fue un método de control de la sociedad novohispana; pues, la intensificación del sistema de castas representó un intento por limitar el poder de los criollos; sin embargo, fueron excedidas por la realidad que se desbordaba más allá de los límites de la idea de la pureza de sangre, pero no por ello trascendidas, pues el México contemporáneo, sus diferencias y abismales desigualdades, mantiene aún las herencias racistas del México virreinal.
Tal vez el mestizaje comenzó en los alimentos, que fueron enriqueciéndose de la mezcla de ingredientes.