Una sociedad en que la vigilancia sistematizada y con un autoritarismo nacionalista que recorte las libertades de sus ciudadanos pareciera inaceptable, aunque se asegura que es posible que el modelo de vigilancia chino se adopte, la utilización de la ciencia de datos, la Big Data y otras innovaciones tecnológicas, como cámaras de reconocimiento facial, lleva a pensar en un futuro inmediato de control digital.
En esta crisis de salud, el temor a que se susciten más contagios ha alentado a algunos gobiernos a desarrollar aplicaciones y portales web para el seguimiento de los infectados. Ciertamente hay dudas sobre la seguridad con la que se manejarían los datos personales.
Imaginar una sociedad en que la vigilancia sistematizada y el autoritarismo nacionalista recorten las libertades de sus ciudadanos pareciera inaceptable, aunque se asegura que es posible que el modelo de vigilancia chino se adopte, por lo menos, en Europa, donde la lucha contra el coronavirus parece estar fracasando.
La efectividad demostrada en sociedades como Hong-Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán, quienes se sumaron a la utilización de la ciencia de datos, la Big Data y otras innovaciones tecnológicas, como cámaras de reconocimiento facial, lleva a pensar en un futuro inmediato de control digital.
En la cultura asiática existe un colectivismo más fuerte que en Occidente, además de un estilo de vida más organizado que facilita la sumisión frente a la autoridad estatal. Sin embargo, en occidente hace falta que los gobernantes demuestren que estos sistemas de tecnología pueden ser usados con transparencia sin recurrir al control autoritario de otros gobiernos, como el chino.
No en todos los territorios este modelo será igual de aplicable. Un primer paso es asegurar la nacionalización del ciberespacio, países con capacidad tecnológica alta y poca libertad social como Rusia, planean tener pronto su propio Internet; Irán y China también se rigen con medidas de control excesivas. Por este motivo, el temor del totalitarismo digital va de la mano con movimientos nacionalistas y populistas.
Peligroso regreso
Un riesgo de la presente crisis es el aprovechamiento de los movimientos de derecha radical, patrioteros y postfascistas, que podrían manipular el descontento social para apelar “a las tradiciones”, sus críticas a la modernidad, enaltecer al militarismo y la “vuelta a un pasado glorioso”, de la mano de un “salvador”.
El intento de eliminar las instituciones democráticas ha sido constante los últimos años. Ante la falta de confianza de muchos países para sus dirigentes, el riesgo de que nuevos gobiernos de facto y autoritarismos se presenten es evidente.
Pese a eso, existe incluso una teoría filosófica que tiene como teóricos a el ruso Alexander Dugin y el francés Alain de Benoist, llamada “Cuarta Teoría Política”, una corriente de extrema derecha nacionalista y conservadora. Critican lo que llaman “ideología de los derechos humanos”, la globalización, rechazan al mestizaje, abogan por revivir tradiciones y condenan el liberalismo.
Para estos autores, la globalización debe cambiar por un mundo multipolar. Su visión se limita a un regreso a naciones e imperios culturales como en el pasado, grupos humanos alrededor de sus culturas y sus etnias; donde tendrían que apuntar a la autosuficiencia y rechazar el mestizaje, intercambio cultural y la globalización. Inevitablemente el aislamiento de las naciones puede conducir a guerras.
Esta visión neo-feudalista es problemática. Difícilmente la sociedad regresará al pasado, al menos no por mucho tiempo. Una vez expuestos ciertos ideales, estos no se olvidan. Hay que recordar los grandes logros de los pensadores del siglo de las luces, referentes a la libertad de los hombres, esta idea no cesó en sus victorias y aún hoy en día existen regiones donde se lucha por ello.
Una vez sabido que los hombres somos iguales y que la igualdad requiere de personas representadas de misma forma ante la ley, abatir la discriminación es una asignatura pendiente. Toda una generación que conoce un mundo conectado, globalizado, sin fronteras, no aceptará el intento de dividir a las comunidades y ceder a cualquiera una gran cuota de poder sobre las vidas de sus ciudadanos.
Interdependencia y cooperación
Como parte de su retórica antimodernista, el filósofo ruso Alexander Dugin critica los que considera “mitos” de la globalización. Asegura que ha sido expuesta la ineficacia de la interdependencia de países, y aboga por la efectividad de los gobiernos no liberales y estados centralizados para lidiar con la crisis sanitaria. Hagamos un recuento de pruebas.
La primera aseveración es falsa si recordamos los esfuerzos de la comunidad científica internacional por contribuir en la búsqueda de una vacuna o algún tratamiento contra el SARS-CoV-2. Fundaciones, centros de investigación y revistas internacionales se han comprometido a compartir gratuitamente los artículos y estudios relevantes para la crisis. Datos sobre el genoma del virus y experimentos a nivel internacional son compartidos entre varios centros de investigación.
En cuanto las iniciativas de cooperación política internacional tenemos como ejemplos: un envío inicial de 17.8 toneladas de suministros médicos a China, por parte de Estados Unidos; Cuba ha desplegado delegaciones de atención médica y sanitaria en cerca de 30 países; ya recuperado, China no ha dudado en enviar equipos médicos y de seguridad a países como Italia, Liberia, Filipinas, República Checa y Serbia; y ahora que Estados Unidos concentra la mayor cantidad de infectados, Rusia envió un cargamento de 60 toneladas de material médico.
Sin olvidar los alimentos y bienes que se exportan para satisfacer la necesidad de industrias y personas a nivel mundial. La búsqueda de una solución demanda que las fronteras económicas sean más flexibles para que los fármacos cono el rendesivir, cloroquina o interferón puedan ser distribuidos en todo el mundo.
De Benoist y Dugin comparten la visión de un mundo con naciones autosuficientes y no dependientes. Los populismos y nacionalismos conducen a un proteccionismo económico que estimula las exportaciones sobre las importaciones; un mecanismo usual es el despliegue de barreras arancelarias para impedir la importación de bienes extranjeros. Pero aislarse y cerrar fronteras económicas no es una buena opción, el nacionalismo ha demostrado su fracaso anteriormente.
Sobre la segunda aseveración, es cierto que gobiernos totalitarios pueden tomar acciones velozmente, pero las emprendidas por China, como soldar las puertas de las casas de los infectados, no distribuir equipos de seguridad donados por la Cruz Roja, no atender a quienes no pueden pagar los servicios médicos y un hospital que es casi una prisión, no fueron muy humanitarias y evidencian los límites del autoritarismo. El secretismo de los gobernantes chinos agravó la situación al censurar al descubridor de la epidemia, el doctor Li Wenliang, y minimizar el brote durante sus inicios.
Un ejemplo del fracaso autoritario es el de la República Islámica de Irán. Internamente se vivían duros momentos tras las protestas por el aumento del costo del petróleo y el asesinato del General Soleimaini. Al inicio de la pandemia, el gobierno hizo caso omiso de las recomendaciones y denunció que el COVID-19 era parte de un ataque bioterrorista americano-sionista para afectar a personas con ADN iraní. Ahora, luego de haber rechazado programas de asistencia médica estadounidense y ante una crisis que lo obliga a reiniciar actividades económicas a pesar de la cantidad de contagiados, Irán ha tenido que recurrir a la cooperación internacional y solicitar un préstamo de 5 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional.
Por el contrario, repúblicas que han enfrentado adecuadamente la pandemia, como: Nueva Zelanda, Islandia, Corea del Sur, Dinamarca, Georgia o Canadá, le deben su éxito a un sólido sistema de salud, la anticipación y el testeo masivo de ciudadanos.
Algunas democracias han fallado en la contención del virus, Estados Unidos, Brasil, México, Italia, Reino Unido son ejemplos de ello. No todas las repúblicas han actuado responsablemente, pero en los gobiernos democráticos existe la posibilidad de deponer a los gobernantes por sus errores. En cambio, en los gobiernos autoritarios o populistas el culpable siempre será el extranjero o el traidor interno que no colabora para que las medidas funcionen.
Esta actitud fue evidente tras las acusaciones mutuas de los gobiernos de China y EE.UU. sobre el supuesto origen artificial del coronavirus, declaraciones que alentaron una serie de teorías conspirativas, entre discursos izquierdistas y derechistas radicales que alentaron la desinformación de la sociedad, y en esta tormenta de desinformación quedamos millones de ciudadanos a la deriva, con más interrogantes que certezas.
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