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Nosferatu y el cine expresionista

Un clásico que representa al cine mudo, al género de terror, al personaje del vampiro, al Expresionismo Alemán, la adaptación cinematográfica y al atrevimiento de un cineasta al que su pasión alcanzó para dejar un filme icónico para la posteridad, que después de casi un siglo de su filmación, permanece intacto, como una valiosa joya.

El género del terror ha convertido monstruos en leyendas que con el paso del tiempo se vuelven mitos contemporáneos. Uno de ellos es el vampiro, al que concebimos ya sea como el Drácula de Francis Ford Coppola, o como Bela Lugosi, Christopher Lee, Tom Cruise, Brad Pitt, o desde la perspectiva diferente de Robert Pattinson. Sin embargo, la primera versión cinematográfica del clásico del irlandés Bram Stoker es una joya del séptimo arte que presentó al Conde Drácula como el Conde Orlok.

En 1897 se publicó la novela Drácula, inspirada en las leyendas eslavas de vampiros y en las atrocidades que se atribuían al comandante militar de Valaquia del siglo XV, Vlad III Drăculea, Hijo del Dragón (Vlad Tepes, El Empalador), campeón de la cristiandad a su manera en la lucha contra la amenaza turca que se cernía sobre Europa.

La novela narra la historia de un abogado, Jonathan Harker, comprometido con Mina Murray, que ha sido enviado desde Bistritz hasta Transilvania para cerrar tratos con el Conde Drácula en su castillo. Durante el tiempo que es su huésped y prisionero, Harker descubre que Drácula es un personaje siniestro y malévolo. Drácula viaja a Londres dentro de una caja con tierra transilvana, y al llegar a la ciudad, succiona la sangre de Lucy Westenra, la amiga de Mina.

Entre tanto, Harker ha logrado escapar del castillo, mientras Lucy Westenra comienza a padecer los efectos de la mordedura, lo que conduce a buscar consejo del doctor Abraham Van Helsing, quien tras la muerte de Lucy, sospecha que se ha convertido en no-muerta; esto se comprueba al descubrir vacía la tumba de Lucy. Momentos después Lucy lleva en sus brazos a un niño al que está succionándole la sangre. Van Helsing hace que le claven una estaca en el corazón, le corten la cabeza y llenen su boca con ajo, rito que permitiría a Lucy dejar de ser atormentada y alcanzar la paz.

Mina se casa con Harker y se entera de la muerte de Lucy, también de las terribles experiencias que Jonathan vivió durante su estancia en Transilvania, a través de la lectura de su diario. Van Helsing, convencido de que Drácula es un vampiro, decide acabar con él.

Drácula logra escapar con la ayuda de Renfield, un maníaco que se alimenta de animales vivos en el hospital psiquiátrico, así que el vampiro aprovecha que han dejado sola a Mina para succionar su sangre. Mina es mordida y Drácula le hace beber su sangre para establecer un vínculo entre ambos. Van Helsing y Harker tratan de matarlo, pero el vampiro escapa.

Drácula ha huido rumbo a Transilvania, por lo que Holmwood, Morris, Seward, Harker, Mina y el propio Van Helsing parten a su caza. Separados en grupos, por la noche las vampiresas se acercan a Mina y Van Helsing, y tratan de convencerla de que se una a ellas, pero Van Helsing lo impide y les atraviesa el corazón con estacas.

Drácula, dormido mientras viaja, es escoltado por gitanos, quienes sostienen un enfrentamiento con los perseguidores del vampiro. Drácula muere cuando Harker le corta el cuello y Morris le atraviesa el corazón. El vampiro muere mientras la paz llena su rostro.

La novela de Stoker llevó a que en 1922 el director alemán Friedrich Wilhelm Murnau decidiera llevarla al cine, sin haber adquirido los derechos de la obra, Murnau optó por cambiar el título a “Nosferatu, una sinfonía del horror”, modificó los nombres de los personajes y los lugares donde transcurre la acción.

Ambientada en 1838, Knock, un agente inmobiliario, encarga a su secretario Hutter viajar a Transilvania para entrevistarse con el conde Orlok, que quiere comprar una casa en una ciudad del norte de Alemania. Hutter parte y deja a su esposa en la ciudad de Wisborg.

En el castillo de Orlok, este personaje es presentado como un vampiro que ataca a sus invitados por la noche. Tras la primera noche, Hutter se levanta con una marca de colmillos en su cuello, pero prefiere pensar que son simples picaduras de insectos. Sin embargo, el conde resulta ser la reencarnación de Nosferatu.

Cuando descubre un retrato de Ellen, la esposa de Hutter, despierta su interés por conocerla y de improviso parte en barco hacia Wisborg; Hutter presiente el peligro y sale tras él por tierra.

La película, rodada en Wismar, Rostock y Lübeck, así como en los estudios Jofa de Berlín y en Eslovenia, permite conocer un poco sobre la tradición eslava del vampirismo, que es transmitida a Hutter durante su estancia en una posada en los Cárpatos. Tras la lectura de un extraño libro titulado "De espíritus aterrorizados por vampiros, sortilegios y los siete pecados capitales", que explica el surgimiento del vampiro Nosferatu a partir de la semilla de Belial y de cómo se alimenta de sangre humana.

Knock, bajo el influjo de Nosferatu, enferma de hidrofobia. Habiendo adquirido el Conde Orlok una casa justo frente a la suya, la esposa de Hutter, Ellen, lee el libro sobre vampiros que portaba su marido, enterándose de que el vampiro sólo podía ser destruido si una mujer libre de pecado le hiciera olvidar el primer canto del gallo y le entregara voluntariamente su sangre. Ellen advierte los peligros de la presencia del vampiro y decide sacrificarse, permitiéndole al Conde Orlok succionar su sangre hasta el amanecer, para lograr que la luz del día aparezca y lo desintegre. Ellen muere en los brazos de Hutter y las muertes en la ciudad cesan. La película termina con la imagen del castillo del Conde Orlok destruido.

Los poco disimulados cambios que hizo Murnau llevaron a que la viuda de Stoker, tras la muerte del escritor, lo demandara por violación al derecho de autor. Aunque se cree que nunca vio la película, demandó judicialmente una compensación económica y la destrucción de todas las copias e incluso de los negativos de la cinta.

Afortunadamente, algunas de las copias ya habían sido enviadas a particulares en distintos países de Europa y Estados Unidos, quienes difundieron la cinta tras la muerte de Florence Balcombe en 1937.

El expresionismo alemán en el cine

Surgió como una reacción al impresionismo, entre 1905 y 1910, en Munich con el propósito de oponer a las impresiones objetivas de la realidad la expresión del artista vista como una interpretación subjetiva que deforma la realidad.

Esta vanguardia respondía a la amargura del ambiente artístico e intelectual de Alemania en la última parte del periodo de la Paz Armada (1870-1914) y se extendió hasta después de concluida la Primera Guerra Mundial. Los expresionistas defendían lo subjetivo, lo irracional y entre sus manifestaciones se hacía alusión a lo sexual, lo sobrenatural, lo demoníaco, lo fantástico y lo terrorífico.

Tratándose del cine, el expresionismo predominó luego de la Gran Guerra, a partir de las consecuencias que el conflicto trajo especialmente para Alemania, derrotada por las democracias occidentales, se convirtió en una débil república. La inestabilidad política y la severa crisis económica propiciaron el avance del fascismo, y un sentimiento de miseria, soledad y abandono.

Los rasgos de esta vanguardia son: un estilo visual oscuro y opresivo, el constante recurso de sombras y contraste con la luz, formas puntiagudas, líneas oblicuas, inclinación de estructuras y ambientes en ángulos inusuales, particularmente diagonales, espacios cerrados e inquietantes con escenarios decorados y angustiantes. Los actores eran vestidos con indumentarias estrafalarias y maquillados en forma exagerada, caricaturizando así a los personajes.

Se produjeron cintas que podemos considerar de culto: El Golem (1920) de Paul Wegener y Henrik Galeen (quien también fue el guionista de Nosferatu); Los Nibelungos (1924), El Dr. Mabuse: el gran jugador (1925) y Metrópolis (1927) de Fritz Lang; Fausto (1926) de Murnau, El estudiante de Praga (1926) de Henrik Galeen, y decenas de títulos más.

Se entiende al expresionismo como la faceta artística del pesimismo de la época, caracterizada por la pérdida de la fe en la ciencia y la tecnología.

Si bien Nosferatu pertenece indiscutiblemente al expresionismo, también rompe con algunos de los parámetros de la vanguardia: Murnau no recurre únicamente a espacios asfixiantes y escenarios oblicuos con decorados recargados, sino que filma en locaciones abiertas, espacios naturales para describir los bosques, el castillo de Orlok y los caminos que recorre Hutter, lo que lleva a pensar que Murnau se inspiró en pinturas de la época.

Pero comparte con el expresionismo el juego de sombras para describir lo sobrenatural, además de la caracterización de los personajes que proyecta la expresión exagerada de las emociones, particularmente cuando se trata de la ira, el miedo o la desesperación.

Por otra parte, la historia en sí misma lleva implícita la idea europea de la muerte y la desolación, posteriores a la Gran Guerra: Nosferatu es un ser monstruoso, de apariencia enfermiza y casi como una rata, de donde se desprende quizás que se crea que la etimología de Nosferatu, atribuida a nosophoros, significa portador o transmisor de enfermedades, lo cual es constatado con la misteriosa peste que devasta a la población.

La apariencia del vampiro contrasta con la del Drácula de Stoker, ya que no proyecta una imagen aristocrática romántica, elegante y seductora en Bela Lugosi.

Si bien se considera que entre 1926 y 1929, con la breve recuperación económica europea que precedió a la Gran Depresión y el ascenso definitivo del nazismo, el expresionismo concluyó, la influencia de la obra de Murnau perduró durante el resto del siglo XX.

Tal como ocurrió con otros filmes de culto más recientes, surgieron leyendas en torno al filme. Ante lo poco difundido de su trayectoria, se cree que Max Schreck, actor que interpretó a Orlok, en realidad era un vampiro, y que Murnau le pidió que en la escena final realmente mordiera el cuello de la actriz que interpretó a la esposa de Hutter. Este rumor sirvió como base para la película La sombra del vampiro (2000) en la que Willem Dafoe interpreta a Max Schreck que realmente es un vampiro, contratado por Murnau interpretado por John Malkovich, quien buscaba crear una película totalmente realista.

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