Después de que se encendieran las alarmas por el rescate que realizó la FED a los bancos que sufrieron una fuerte crisis, es importante conocer el estado actual del sistema.
En marzo, cuatro bancos estadounidenses registraron una agudización de las salidas de depósitos. La crisis inició con el anuncio del banco Silvergate de que cerraría sus operaciones, con la promesa de regresar los recursos a los depositantes.
Las tensiones crecieron con la imposibilidad del Silicon Valley Bank de atender las solicitudes de retiro de depósitos, seguida por una estampida similar en el banco Signature. Los activos del Silvergate eran de poco más de diez mil millones de dólares, pero los de SVB y Signature rebasaban doscientos y cien mil millones de dólares, respectivamente.
Para evitar la propagación del pánico, las autoridades decidieron intervenir estos dos últimos bancos e invocar “excepciones de riesgo sistémico”, con lo cual todos los depósitos quedaron protegidos. Además, el Banco de la Reserva Federal (FED) abrió un Programa de Financiamiento Bancario a Plazo, en donde los bancos pueden obtener crédito hasta por un año.
Finalmente, el banco First Republic, cuyos activos se acercaban a 200 mil millones de dólares, recibió depósitos de once bancos, con el fin de limitar los riesgos de una corrida bancaria.
Las instituciones afectadas se concentraron en ciertos tipos de depositantes, con alta sensibilidad a las tasas de interés, incluyendo nuevas empresas de tecnología y compañías de criptomonedas. El rápido apretamiento de la política monetaria y el colapso del precio de las divisas digitales elevaron sustancialmente el costo de retener los depósitos.
Igualmente, los bancos se enfocaron en pocas clases de activos, entre los que destacaron los bonos gubernamentales de largo plazo y los créditos a empresas tecnológicas. Fallaron en el principio de diversificar inversiones y subestimaron el riesgo de tasas de interés y no lo cubrieron.
La regulación no impidió la adopción de riesgos excesivos. La legislación de “alivio regulatorio” aprobada en 2018, aumentó el umbral de los bancos considerados “demasiado grandes para quebrar” de 50 mil millones de dólares a 250 mil millones, con lo que se liberó a los bancos medianos de requisitos de pruebas de estrés, así como de capital y liquidez.
La supervisión no contempló la posibilidad de corridas bancarias. A pesar de que la legislación de 2010 creó dos instituciones orientadas a identificar amenazas a la estabilidad financiera, ninguna detectó problemas. Y las advertencias de los supervisores de los bancos vulnerables se mantuvieron sin aplicar.
Tal vez la autoridad con una mayor responsabilidad fue el Fed. Por mucho tiempo, este instituto mantuvo una política monetaria carente de rigidez. El acomodamiento monetario implicó dinero fácil para los bancos y la aceptación de mayores riesgos en la búsqueda de rendimientos.
La subestimación del problema inflacionario obligó al Fed a acelerar el alza de la tasa de interés. Si bien tal reacción se justifica en términos del mandato de estabilidad de los precios, este banco central, no examinó la posible repercusión del apretamiento en los bancos ni impuso medidas oportunas de corrección.
¿Hace esto más probable una recesión?
La respuesta es si, la creciente tensión en el sector bancario ha aumentado las probabilidades de una recesión en Estados Unidos en los próximos 12 meses. La economía estadounidense tiene un 35% de posibilidades de entrar en recesión dentro de un año, frente al 25% antes de que comenzara el colapso del sector bancario.
La segunda economía más grande del mundo, China, también se tambalea a pesar de un estallido de actividad luego del rápido final de las medidas de bloqueo de Covid a fines del año pasado.
El banco central chino redujo la cantidad de dinero que los prestamistas del país deben mantener en reserva en un intento por mantener el flujo de efectivo a través de la economía.
¿Es esta una crisis bancaria como la de 2008?
No existe el mismo problema en todo el sistema que hubo en 2008, cuando los bancos de todo el mundo descubrieron repentinamente que estaban expuestos a inversiones podridas en el mercado inmobiliario de EE.UU.
Eso condujo a enormes rescates gubernamentales y una recesión económica mundial.
El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se comprometió a hacer "lo que sea necesario" para garantizar la seguridad del sistema bancario.
Desde entonces, se ha ordenado a los bancos que mantengan más capital y se han endurecido las regulaciones en torno al riesgo. Así que la mayoría de los expertos creen que el impacto de estos problemas será contenido.
Aún así, puede ser difícil identificar dónde podrían estar las nuevas debilidades, hasta que el sistema se vea presionado. Además, el nerviosismo en torno a la salud de los bancos suele ser contagioso. Y si las personas comienzan a preocuparse por sus depósitos, pueden moverlos con un clic del mouse.
Incluso si no vemos el colapso total de la confianza que caracterizó a la crisis financiera, aún podríamos ver a los reguladores endureciendo aún más las reglas y los bancos retrocediendo en su disposición a prestar.
El mayor activo de los bancos es la confianza de sus depositantes. Éste se nutre con estrategias bancarias prudentes, así como una regulación y supervisión efectivas, aspectos en los que existen considerables desafíos.
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